16/4/09

___

Nos gustaba soñar. Soñar y levantar los pies del suelo, ir a contracorriente, no ir a contracorriente, remar, ser arrastrados, disfrutar, madrugar para ver la televisión, sentirnos importantes al notar que habíamos crecido un centímetro, y pensar que todo iría siempre bien.
La vida nos mordía los talones, pero no nos dábamos cuenta. No existían los problemas, ni la realidad, ni el tiempo.
Ni el Tiempo.
Pero un día nos dió por crecer. O por ver que habíamos crecido. Con ello llegó el "solo me arrepiento de lo que no he hecho", los te quiero prostituídos, las malas influencias, los engaños, el desconcierto hacia el futuro, la indecisión y los ojos abiertos, las vendas quitadas. Las vendas puestas. Los sentimientos depravados, los mensajes entre líneas.
Tal vez fue la ingenuidad la que se marchó, pero de desde entonces quisimos ponerle nombre a todo. Era pura necesidad, inercia en estado natural.

Y aunque el tiempo siguió pasando, continuamos con este nuevo hábito de romper silencios, poner título a lo que pensamos, a lo que escribimos, a lo que deseamos.. ; sin embargo yo.. no sé. Ya no sé lo quiero.
Por no saber, hoy no sé ni lo que siento.

No hay comentarios: